2. LOS ACCIDENTES DE TRANSITO
2.1. Generalidades.
Convendría preguntarse si existe la voluntad de producir daño, y la respuesta es que un accidente resulta, muchas de las veces, ser un acto doloso, en que el vehículo ha sido utilizado maliciosamente, con el propósito de causar daño; o bien, una persona ha sido objeto de este atentado que culmina con su atropellamiento.
Hay dolo, por regla general, cuando un sujeto, a sabiendas que su conducta es contraria a derecho, que está sancionado por la ley, no obstante ello la realiza voluntariamente queriendo producir un resultado que se sabe ilícito; hay entonces en el dolo dos ingredientes conceptuales, el saber y el querer. El saber que la conducta es dolosa e ilícita ya que el resultado es contrario a derecho. Esto necesita solamente de un conocimiento genérico en que la acción u omisión es contrario a la conveniencia social por medio de lo cual se sabe lo que está bien y lo que está mal; luego el dolo es el reflejo de un acto volitivo.
La acción u omisión dolosa, el hacer algo contrario a derecho o el dejar de hacer algo ordenado por la ley, tipifica los delitos y es delito "Toda Acción u Omisión Voluntaria Penada por la Ley".
En una zona inferior de la expresión de la culpabilidad y ocupando un lugar intermedio se encuentra la culpa que, concebida en su sentido más general, puede decirse que existe en toda conducta voluntaria, lícita o ilícita, realizada con Imprudencia o Negligencia y que ocasiona un resultado antijurídico no previsto o previsto pero no querido ni asentido. En general es la falta de Diligencia o Cuidado que se puede exigir de una persona en la realización de su conducta habitual, que puede llegar a producir un efecto dañoso a terceros; surge cuando no se cumple con el deber de cuidado, cuando se infringe o no se respeta este deber que la ley impone a todos en la realización de todas las acciones.
El deber de cuidado opera en dos dimensiones, en forma activa o en forma pasiva; cuando la culpa es activa se está en presencia de la imprudencia y cuando es pasiva, en presencia de la negligencia.
Estos dos elementos, la Imprudencia y la Negligencia, resumen las características de la Culpa y, en general, conllevan una observancia de la Ley de Tránsito que rige un asunto a la impericia en la operación de vehículos.
2.2. Clasificación de los accidentes:
2.2.1. Son accidentes simples:
Despiste: Es la acción u efecto de perder la pista y se aplica al caso en que el vehículo abandona la calzada por la que transita contra o sin la voluntad de su conductor. El despiste es simple cuando no ocurre nada más que lo señalado pero el despiste puede ser el origen de otro accidente de mayor entidad.
Tonel: Es la vuelta de costado que se produce cuando el vehículo se apoya sobre las ruedas de un lado para girar en el sentido transversal al de marcha. Esto, también se conoce como volcamiento o volcadura transversal.
La posición final del tonel o volcadura transversal se indica en cuartos a la derecha o izquierda según sea el giro y se dice que ha quedado en 1/4 se queda sobre el costado inmediato a la posición normal de rodaje; 2/4 si ha quedado sobre el techo; 3/4 si es sobre el costado contrario al del inicio del giro; 4/4 si dada la vuelta completa, queda otra vez en la posición normal de rodaje.
Vuelta de campana: Es la volcadura en sentido longitudinal del vehículo, en que la posición final se manifiesta también de la manera descrita anteriormente.
Volteo: Es la precipitación a un plano inferior en que el vehículo, sin apoyo, gira en su sentido longitudinal cayendo sobre el techo.
Salto: Es la pérdida momentánea del contacto de las ruedas con el suelo precipitándose a un plano inferior pero cayendo en la posición de rodaje.
Caída: Es la pérdida del equilibrio cuando se trata de vehículos de dos ruedas o de peatones o de pasajeros.
Choque: Es el embestimiento de un vehículo contra un obstáculo inmóvil de la vía cercano a ella, que puede ser incluso otro vehículo con la condición que no se encuentra en movimiento.
Incendio: Es la destrucción total o parcial de un vehículo por medio del fuego.
Raspado: Es el roce violento de la parte la vehículo contra un obstáculo fijo.
2.2.2. Accidentes Simples Combinados: Es la producción sucesiva o simultánea de varios accidentes simples.
2.2.3. Accidentes Múltiples: Los accidentes múltiples pueden subdividirse en dos grandes grupos; los que ocurren, entre vehículos y peatones, y las colisiones que suponen el embestimiento de un vehículo a otro, estando ambos en movimiento.
Los accidentes múltiples entre vehículo y peatón varían según la forma de producción; entre ellos se encuentran:
Atropello: Nombre que se ha dado generalmente al accidente producido entre estos dos elementos, sin embargo se entiende, que se distinguen de otros producidos entre los mismos elementos por la evolución normal que tienen las siguientes fases:
Impacto o Embestimiento: Momento en que el vehículo golpea o alcanza al peatón, que ha sido definido como el instante en el que viene aplicada la primera acción traumática del vehículo contra la persona.
Acercamiento: Es la aproximación del vehículo alcanzando el cuerpo del peatón caído hasta tomar contacto con el.
Compresión o Aplastamiento: Es el hecho de pasar por lo menos una rueda por sobre el cuerpo caído. En ocasiones el aplastamiento se produce por las partes bajas del vehículo sin que alguna de las ruedas haya producido la compresión.
Arrastre: Es el desplazamiento del cuerpo del caído por las partes bajas del vehículo el arrastre puede originarse aún antes del aplastamiento.
Proyección: Término que se usa como diferenciador de una forma de atropello cuando a cuando a raíz del embestimiento el cuerpo del peatón es lanzado fuera del radio de acción del vehículo
Aplastamiento: Término que también se usa como diferenciador de una forma de atropello y que se refiere a la compresión que se ejerce sobre el cuerpo del peatón al embestirle contra un obstáculo fijo o móvil (sándwich).
Colisión: Designase con tal expresión a los accidentes que se producen entre dos vehículos en movimiento cuando sus trayectorias se encuentran. En esta familia de accidentes la condición suficiente y necesaria es el movimiento en que deben encontrarse los vehículos.
Colisión Frontal: Es aquella en embestimiento o impacto se da y recibe con las partes frontales delanteras de los móviles, estando estos en movimiento. Ellas pueden ser Centrales, cuando los ejes longitudinales de los vehículos coinciden, o Excéntricas, cuando los ejes longitudinales no coinciden en una recta.
Alcance: Es aquella en que el embestimiento o impacto se da y recibe con las partes frontales delanteras contra la parte frontal posterior de otro y se produce cuando un vehículo que transita a mayor velocidad que otro que le precede, le da alcance el igual que la colisión frontal, puede ser central o excéntrico.
Colisión Lateral: Es aquella en que el embestimiento o impacto se da con las partes frontales de un vehículo contra el forro lateral de la carrocería o contra el chasis de otro. Las colisiones laterales pueden ser perpendiculares u oblicuas o diagonales, según sea la posición de los ejes longitudinales de los vehículos en el momento inmediatamente anterior al impacto.
Colisiones Mixtas: En muchas ocasiones las diversas modalidades de colisiones se suceden denominándose a la serle de ellas, colisiones mixtas.
Conocerse uno mismo (2)
Según cuenta un viejo relato japonés, en cierta ocasión, un belicoso samurai desafió a un anciano maestro zen a que le explicara los conceptos de cielo e infierno. Pero el monje replicó con desprecio:
—¡No eres más que un patán y no puedo malgastar mi tiempo con tus tonterías!
El samurai, herido en su honor, montó en cólera, y desenvainando la espada, exclamó:
—Tu impertinencia te costará la vida.
—¡Eso —replicó entonces el maestro— es el infierno!
Conmovido por la exactitud de las palabras del maestro sobre la cólera que le estaba atenazando, el samurai se calmó, envainó la espada y se postró ante él, agradecido.
—¡Y eso —concluyó entonces el maestro—, eso es el cielo!
La diferencia está entre permanecer atrapado por un sentimiento y darse cuenta de que uno está siendo arrastrado por él.
La conciencia de uno mismo es un tipo de atención que se no se deja arrastrar por las emociones, que constituye una actividad neutra que mantiene la atención sobre uno mismo aun en medio de la más turbulenta agitación emocional. Al hablar de una profunda depresión, sentimos la sensación de «estar acompañados por una especie de segundo yo, un observador espectral que, sin compartir la demencia de su doble, es capaz de darse cuenta, con desapasionada curiosidad, de sus profundos desasosiegos». Esta, por ejemplo, es la diferencia que existe entre estar violentamente enojado con alguien y tener, aun en medio del enojo, la conciencia autorreflexiva de que «estoy enojado».
Existen varios estilos diferentes de personas en cuanto a la forma de atender o tratar con sus emociones:
• La persona consciente de si misma. Como es comprensible, la persona que es consciente de sus estados de ánimo mientras los está experimentando goza de una vida emocional más desarrollada. Son personas cuya claridad emocional impregna todas las facetas de su personalidad; personas autónomas y seguras de sus propias fronteras; personas psicológicamente sanas que tienden a tener una visión positiva de la vida; personas que, cuando caen en un estado de ánimo negativo no le dan vueltas obsesivamente y en consecuencia, no tardan en salir de él. Su atención en suma, les ayuda a controlar sus emociones.
• Las personas atrapadas en sus emociones. Son personas que suelen sentirse desbordadas por sus emociones y que son incapaces de escapar de ellas, como si fueran esclavos de sus estados de ánimo. Son personas muy volubles y no muy conscientes de sus sentimientos, y esa misma falta de perspectiva les hace sentirse abrumados y perdidos en las emociones y, en consecuencia, sienten que no pueden controlar su vida emocional y no tratan de escapar de los estados de ánimo negativos.
• Las personas que aceptan resignadamente sus emociones. Son personas que, si bien suelen percibir con claridad lo que están sintiendo, también tienden a aceptar pasivamente sus estados de ánimo y, por ello mismo, no suelen tratar de cambiarlos. Parece haber dos tipos de aceptadores, los que suelen estar de buen humor y se hallan poco motivados para cambiar su estado de ánimo y los que, a pesar de su claridad, son proclives a los estados de ánimo negativos y los aceptan con una actitud de no tratar de cambiarlos a pesar de la molestia que suponen (una pauta que suele encontrarse entre aquellas personas deprimidas que están resignadas con la situación en que se encuentran).
El apasionado y el indiferente (3)
Me encanta ver a los adolescentes como yo, conducir su propio coche, limpiarlo los domingos, ir a cualquier lugar con amigos o simplemente conducirlo. Tenía envida. Me imaginaba cómo obtener suficiente dinero para comprar uno. Por otra parte, no estoy aún en la edad legal para obtener una licencia de conducir. Mi hermano, va a cumplir los 18 años. Nuestro padre le enseñó a conducir, porque es responsable y siempre cumple sus promesas, es por eso que nuestro padre confía tanto en él. Incluso le dio las llaves de su coche a pesar de no tener su propia licencia todavía.
Un día, teníamos que realizar compras en el mercado para la fiesta. Después de comprar todo lo de la lista, mi hermano me dijo que íbamos a recoger los recuerdos que ordenó la semana pasada. Pero antes de salir del coche, me dijo que dejaba las llaves en caso de que ocurra alguna emergencia.
Después de unos segundos que mi hermano se bajó del carro, tuve ganas de manejar. Contemplaba la llave del auto. Por fin, la tentación me ganó. Me cambié al asiento del conductor, encendí el motor. Y ahí estaba yo, manejando como si el volante me hubiera llamado. Parecía tan fácil. Oí a mi hermano gritar, de repente aumentó la velocidad. Pensé que esto sólo ocurría en las películas, estaba conduciendo sin el consentimiento de nadie!
Iba con mucho entusiasmo. No me di cuenta de la intersección y el próximo semáforo. La luz era roja, pero seguí conduciendo. Luego, sin pestañear, de repente oí un sonido fuerte. Bang! Un camión me estrelló al otro lado del coche. Cuando me desperté, además de contusiones, tenía la caja torácica rota la cual me hacia hasta gritar de dolor.
En una situación angustiante, la persona tiende a centrar minuciosamente su atención en todos los detalles de la situación o si, por el contrario, afronta esos momentos de ansiedad tratando de distraerse. Porque el hecho es que estas dos actitudes atencionales hacia el peligro tienen consecuencias muy diferentes en la forma en que la gente experimenta sus propias reacciones emocionales. Quienes atienden a los detalles, por este mismo motivo tienden a amplificar inconscientemente la magnitud de sus propias reacciones (especialmente en el caso de que su atención esté despojada de la ecuanimidad que proporciona la conciencia de uno mismo) con el resultado de que sus emociones parecen más intensas. Quienes, por el contrario, se desconectan y se distraen, perciben menos sus propias reacciones, y así no sólo minimizan sino que también disminuyen la intensidad de su respuesta emocional.
Y esto significa que, en los casos extremos, la conciencia emocional de algunas personas es abrumadora mientras que la de otras es casi inexistente. Considere, si no, el caso de aquel estudiante interno que, cierta noche, al descubrir un fuego en su dormitorio, cogió un extintor y lo apagó. No hay nada especialmente extraño en su conducta, a excepción del hecho de que, en lugar de correr a apagar el fuego, nuestro estudiante lo hizo caminando tranquilamente porque, para él, no existía ninguna situación de peligro.
Una persona completamente desapasionada, alguien que atravesaba la vida sintiendo poco o nada, aun en medio de una situación de peligro de incendio como la descrita.
Veamos ahora, en el otro extremo, el caso de una mujer que quedó muy consternada durante varios días por haber perdido su pluma estilográfica favorita. En otra ocasión, esta misma mujer se emocionó tanto al ver un anuncio de rebajas de zapatos que dejó todo lo que estaba haciendo, montó a toda prisa en su coche y condujo sin parar durante tres horas hasta llegar al almacén, donde se hallaba la zapatería en cuestión.
La vida emocional es más rica para quienes perciben más. Por otra parte, el exceso de sensibilidad emocional supone una verdadera tormenta emocional —ya sea celestial o infernal— para las personas situadas en uno de los extremos, mientras que quienes se hallan en el otro polo apenas si experimentan sentimiento alguno aun en las circunstancias más extremas