Factores por el uso de drogas... Pág 5


4.1.3. Factores por el uso de drogas

- El 10% de los accidentes de mayor gravedad están relacionados con algún tipo de drogas.
- Estimulantes anfetaminas, Ej. Cocaína, efectos: dilatación pupilar, hiperactivldad, pérdida del apetito, aumento de pulsaciones, resequedad de la boca, distorción del tiempo de las formas y relaciones especiales, exitabilidad y charlatanería.
- Hipnóticos y deprimentes: Ej. Barbitúricos como Amital, Nombutál, Fenobarbital, Seconal, Tuinal, Luminal, etc. Efectos: calma y sueño, letargo por intoxicación, reflejos impares, expresión dificultosa, disposición a la pelea, contracción pupilar.
- Algunos efectos combinados entre drogas, estimulantes y deprimentes: periodos extensos de intoxicación, energía extraordinaria, falta de discernimiento, etc.
- Efectos combinados de deprimentes y alcohol: debilitación del sistema nervioso central, efectos sinérgicos (potencialización).
- Alucinógenos, (L.S.D.) y (D.M.T.): heroina, opiaceos, oxicodona, meperdina, metadona, marihuana, etc. Efectos: pupilas dilatadas, falta de orientación, perturbación visual, disminución de concentración, cambios de respiración y pulsaciones.

FARMACOS:

- DROGAS ESTIMULANTES Y SEDANTES: Fenacetina, Cerebrol, Dolvirán, Escalgin, Calmine, Melabon, Cuadronal, Saridón, Sigapryn, etc. Efectos de euforia con sobrestimación de la propia capacidad y amortiguamiento de las sensaciones de cansancio y descanso de funciones fisiológicas.
- Fenotiacina, Atosil, Dibutil, Latibon y Megafen, producen disminución de la atención y un retraso en las reacciones.
- SEDANTES: benzodiazepinas Librium; diazepám (Valium).
- ANTIPSICOTICOS Y ANTIDEPRESIVOS: Haldol, Thorazine, Tofranil, Aldomet causan un deterioro de la capacidad psicomotora si se administran a individuos normales.
Las dosis recomendadas de un gran número de medicamentos de uso común pueden causar síntomas como ataxia, visión borrosa, diplopía, nistagmo, vértigo, somnolencia y temblor, en particular durante el tratamiento inicial.

El enfado se construye sobre el enfado (10)


Un poco de niebla tapaba la carretera, la visibilidad era tenue y me acuerdo que hablaba con alguien por teléfono, cuando ocurrió el accidente. Ví un coche delante de mí que no avanzaba aplasté el pedal del freno, pero fue demasiado tarde, sucedió con horror el impacto de mi coche con el vehículo delante de mí.

Yo llevaba puesto el cinturón de seguridad el cual me ayudó a disminuir el impacto, pero como mi auto se detuvo, otro coche me chocó por detrás y luego otro y otro, en total seis vehículos.

A medida que el polvo se asentó, me enteré más tarde, que gracias a Dios nadie murió, pero decenas de personas resultaron heridas. A los paramédicos les tomó mucho tiempo en sacarlos de sus vehículos destruídos. Algunos sangraban la cara y otros como yo, teníamos algunos huesos rotos.

Me rompí la pierna y algunas fisuras en costillas, con contusiones leves en la cara y en la cabeza. Pasé un total de 7 días en el hospital. Más tarde me enteré que los dos coches que participaron en la primera parte de la pila eran guiados por adolescentes que estaban borrachos.

Cuando el cuerpo se encuentra en un estado de irritabilidad y algo suscita un secuestro emocional, la emoción subsecuente, sea de enfado o ansiedad, revestirá una intensidad especial. Y ésta es la dinámica que invariablemente se pone en funcionamiento cuando alguien se irrita. La escalada del enfado como «una secuencia de provocaciones, cada una de las cuales suscita una reacción de excitación que tiende a disiparse muy lentamente». En esta secuencia, cada uno de los pensamientos o percepciones irritantes se convierte en un mínimo detonante de la descarga de energía y cada una de estas descargas se ve fortalecida, a su vez, por el impulso hormonal precedente. De este modo, una segunda descarga tiene lugar antes de que la primera se haya disipado, una tercera se suma a las dos precedentes y así sucesivamente. Es como si cada nueva descarga cabalgara a lomos de las anteriores, aumentando así vertiginosamente la escalada del nivel de excitación fisiológica. Cualquier pensamiento que tenga lugar durante este proceso provocará una irritación mucho más intensa que la que tendría lugar al comienzo de la secuencia. De este modo, el enfado se construye sobre el enfado al tiempo que la temperatura de nuestro cerebro emocional va aumentando. Para ese entonces, la ira, ante la que nuestra razón se muestra impotente, desembocará fácilmente en un estallido de violencia.

En este momento, la persona se siente incapaz de perdonar y se cierra a todo razonamiento. Todos sus pensamientos gravitan en torno a la venganza y la represalia, sin detenerse a considerar las posibles consecuencias de sus actos.

El primer modo de restar fuerza al enfado consiste en prestar la máxima atención y darnos cuenta de los pensamientos que desencadenan la primera descarga de enojo. El momento del ciclo del enfado en el que intervengamos resulta sumamente importante porque, cuanto antes lo hagamos, mejores resultados obtendremos. De hecho, el enfado puede verse completamente cortocircuitado si, antes de darle expresión, damos con alguna información que pueda mitigarlo.

La información calmante parece, pues, permitir la reconsideración del incidente que desencadena el enfado.

Sin embargo, para desarticular el enfado, sólo resulta posible en casos de irritación moderada y, por el contrario, no funciona en niveles más intensos, debido a la «incapacidad cognitiva», que impide a las personas razonar adecuadamente. Cuando la gente se halla sometida a un nivel de irritabilidad muy intenso, tiende a infravalorar los posibles mensajes de información mitigante con frases tales como «¡esto es intolerable!».

El enfriamiento (11)


Muchas personas llaman a esta pesadilla inimaginable un milagro, porque sobrevivieron al caerse el bus en el que íbamos, a un abismo. Yo no. Un milagro sería que otras quince personas no hayan muerto.

Era tarde, el cielo estaba nublado y con relámpagos, el viaje transcurrió sin incidentes hasta que hubo una fuerte explosión, un sonido agudo y metálico. El bus fue violentamente sacudido, había un zumbido, hasta que impregnó la caída libre. Estáticos, en cuestión de segundos los gritos se oyeron desde la parte delantera, el viento corría en torno a las llamas. Tenía yo que evadir los restos de metal retorcido y fuego, una pierna rota me lo impedía, no podía hacer nada. No podía moverme.

La adrenalina y el miedo son un aliciente importante en cualquier situación. No recuerdo el accidente real. Yo estaba tumbado en la hierba con un inmenso dolor. Mis pulmones se llenaron de humo y tenía algunas quemaduras y huesos rotos.

Me volví hacia mi estómago y logré sentarme lentamente. El bus no estaba lejos de mí y el calor de las llamas golpeaba mi cara. El olor de aquella quemazón entre gasolina y sangre, era repugnante. El humo viajaba ondulante contorneando los restos y cuerpos esparcidos.

Los gritos eran ensordecedores. No veía a nadie. Yo quería ayudar. La tierra era ardiente. Mi pensamiento me levaba a un vacío.

Todo lo que tenía en mente en ese momento era la gente en ese bus. Sus clamores partían mi cabeza, era insoportable.

Los bomberos llegaron al lugar, me recogió una ambulancia. Apagaron los fuegos y ayudaron a otros sobrevivientes. Me sentí un poco aliviado de que alguien más lo había hecho.

Pasaron los días, una tarde recordé este accidente en casa y salí de ella jurando atrapar al responsable. Era un hermoso día de verano y estuve paseando por el campo hasta que la paz y la belleza circundantes me invadieron y gradualmente fui tranquilizándome. Al cabo de unas horas regresé a casa sereno y completamente arrepentido de aquella idea. A partir de aquel momento, cada vez que me enfado busco una oportunidad para hacer lo mismo, lo que considero el mejor de los remedios.

Tratar de aplacar la excitación fisiológica ligada a la descarga adrenalínica en un entorno en el que no haya peligro de que se produzcan más situaciones irritantes. Eso supone, por ejemplo, que, en el caso de una discusión, la persona agraviada debería alejarse durante un tiempo de la persona causante del enojo y frenar la escalada de pensamientos hostiles tratando de distraerse. Las distracciones son un recurso sumamente eficaz para modificar nuestro estado de ánimo por la sencilla razón de que es difícil seguir enfadado cuando uno se lo está pasando bien. El truco, pues, consiste en darnos permiso para que el enfado vaya enfriándose mientras tratamos de disfrutar de un rato agradable.

Una de las estrategias —claramente eficaz— consiste en retirarse y quedarse a solas mientras tiene lugar el proceso de enfriamiento. Para la gran mayoría de los varones esto se traduce en dar un paseo en automóvil, una actividad que concede una tregua mientras la cual, inclusive hace conducir ahora con mayor precaución.

Quizás una alternativa más saludable sea la de dar una larga caminata. El ejercicio activo contribuye a dominar el enfado y lo mismo puede decirse de los métodos de relajación, como, por ejemplo, la respiración profunda y la distensión muscular porque estos ejercicios permiten aliviar la elevada excitación fisiológica provocada por el enfado y propiciar un estado de menor excitación y también obviamente porque así uno se distrae del estímulo que suscitó el enfado. El ejercicio activo puede servir además para disminuir el enfado por una razón similar ya que, después del alto nivel de activación fisiológica suscitado por el ejercicio, el cuerpo vuelve naturalmente a un nivel de menor excitación.

Pero el período de enfriamiento no será de ninguna utilidad si lo empleamos en seguir alimentando la cadena de pensamientos irritantes, ya que cada uno de éstos constituye, por sí mismo, un pequeño detonante que hace posibles nuevos brotes de cólera. El poder sedante de la distracción reside precisamente en poner fin a la cadena de pensamientos irritantes. Las distracciones más utilizadas para tratar de calmarse —ver la televisión, ir al cine, leer y actividades similares— ponen coto eficazmente a la cadena de pensamientos hostiles que alimentan el enfado.

Las personas muy irritables presentan un elevado riesgo de enfermedad cardíaca. Una de sus recomendaciones consiste en que la persona aprenda a utilizar la conciencia de si mismo para darse cuenta de los pensamientos irritantes o cínicos en el mismo momento en que aparecen y, seguidamente, registrarlos por escrito. Cuando los pensamientos irritantes se han detectado de este modo, pueden afrontarse y considerarse desde una perspectiva más adecuada