Factores debido a la fatiga y al sueño... Pág 7


4.1.6. Factores debidos a la fatiga y el sueño

Para realizar la actividad de conducir es necesario que todas nuestras capacidades psicofísicas, es decir, las relaciones entre la magnitud de un estímulo físico y la intensidad con la que éste es percibido, estén en perfecto estado.

- La fatiga y el sueño incrementan las distracciones y disminuyen la capacidad de concentración.
- Incrementan los tiempos de reacción.
- Aumentan los niveles de tensión y agresividad.
- Repercute en la fatiga visual, la gravedad de lo cual es evidente.

Por ello es tan importante empezar un viaje habiendo descansado y dormido por lo menos 7 horas.

La capacidad de motivarse uno mismo (17)


Fue con ocasión del examen para la sacar la actualización de la licencia, un examen para el que no me había preparado lo suficiente. Todavía recuerdo el momento en que entré en el aula con una intensa sensación de fatalidad y culpa. Mientras caminaba hacia una silla situada junto a la puerta, mi vista permanecía clavada en el suelo, y cuando abrí las hojas del examen, la ansiedad atenazaba el fondo de mi estómago y escuché con toda nitidez el sonido de los latidos de mi corazón.

Bastó con echar un rápido vistazo a las preguntas del examen para darme cuenta de que no tenía la menor alternativa. Durante una media hora permanecí con la vista clavada en aquella página mientras mi mente no dejaba de dar vueltas a las consecuencias de mi negligencia. Los mismos pensamientos se repetían una y otra vez, como si se tratara de un interminable carrusel de miedo y temblor. Yo estaba completamente inmóvil. Lo que más me sorprendió de aquel angustioso lapso fue lo encogida que se hallaba mi mente. Durante aquella hora no hice el menor intento de imaginar algo que se asemejara a una respuesta, ni siquiera ensoñaba, simplemente me hallaba atenazado por el miedo, esperando que mi tormento llegara a su fin.

Cuando las emociones dificultan la concentración, se dificulta el funcionamiento de la «memoria de trabajo», la capacidad de mantener en la mente toda la información relevante para la tarea que se esté llevando a cabo.

Consideremos ahora, por otra parte, el importante papel que desempeña la motivación positiva —ligada a sentimientos tales como el entusiasmo, la perseverancia y la confianza— sobre el rendimiento.

Así pues, las emociones dificultan o favorecen nuestra capacidad de pensar, de planificar, de acometer el adiestramiento necesario para alcanzar un objetivo a largo plazo, de solucionar problemas, etcétera, y, en este mismo sentido, establecen los límites de nuestras capacidades mentales innatas y determinan así los logros que podremos alcanzar en nuestra vida. Y en la medida en que estemos motivados por el entusiasmo y el gusto en lo que hacemos —o incluso por un grado óptimo de ansiedad— se convierten en excelentes estímulos para el logro. Es por ello por lo que la inteligencia emocional constituye una aptitud maestra, una facultad que influye profundamente sobre todas nuestras otras facultades ya sea favoreciéndolas o dificultándolas.

Imagine que tiene cuatro años de edad y que alguien le hace la siguiente propuesta: «ahora debo marcharme y regresaré en unos veinte minutos. Si lo deseas puedes tomar una golosina pero, si esperas a que vuelva, te daré dos». Para un niño de cuatro años de edad éste es un verdadero desafío, una eterna lucha entre el impulso y su represión, entre el deseo y el autocontrol, entre la gratificación y su demora.

Son muchos los métodos que se utilizan para alcanzar el propósito y recibir las dos golosinas como recompensa: taparse el rostro para no ver la tentación, mirar al suelo, hablar consigo mismos, cantar, jugar con sus manos y sus pies e incluso intentar dormir. Pero otros, más impulsivos, cogen la golosina a los pocos segundos de que el experimentador abandonara la habitación.

La diferencia emocional y social existente entre quienes se apresuran a coger la golosina y aquéllos otros que demoran la gratificación es contundente. Los que han resistido a la tentación son socialmente más competentes, muestran una mayor eficacia personal, son más emprendedores y más capaces de afrontar las frustraciones de la vida. No se desmoralizan, no se estancan o experimentan algún tipo de regresión ante las situaciones tensas, no se desajustan, ni se quedan sin respuesta cuando se les presiona, no huyen de los riesgos sino que los afrontan e incluso los buscan, personas que confían en sí mismos y en los que también confían sus compañeros, personas honradas y responsables que toman la iniciativa y se zambullen en todo tipo de proyectos.

En cambio, aquellos que cogieron la golosina presentan una radiografía psicológica más problemática. Son más temerosos de los contactos sociales, más testarudos, más indecisos, más perturbados por las frustraciones, más inclinados a considerarse «malos» o poco merecedores, a caer en la regresión o a quedarse paralizados ante las situaciones tensas, a ser desconfiados, resentidos, celosos y envidiosos, a reaccionar desproporcionadamente y a enzarzarse en toda clase de discusiones y peleas.

Las habilidades emocionales como el dominio de los impulsos y la capacidad de leer las situaciones sociales es algo que puede aprenderse. Poseer la capacidad de refrenar las emociones y demorar los impulsos.

El estado de ánimo negativo produce pensamientos negativos (18)


El verano pasado tuve la experiencia de un accidente automovilístico. Fue traumática y algo que nunca querría volver a vivir. Pasé un total de 2 meses en el hospital recuperándome de huesos rotos y moretones en mi cuerpo.

Recuerdo que tomé unas cuantas cervezas con mis amigos, porque acaba de romper con mi novia y estaba un poco deprimido. Pensé que podía manejar a casa esa noche.

Los primeros 30 minutos estaba bien, pero, de alguna manera el alcohol comenzó a actuar en mí, empecé a perder el control sobre mis actos y mis sentidos.

Resultó ser fatal perdí el control del volante y el coche derrapó en la autopista hasta golpear a un camión aparcado en el lado opuesto. Lo último que recuerdo es que estaba tratando de salir del coche con la sangre que corría por mi cabeza y por el cuerpo.

Trataba de salir, pero de alguna manera mis piernas estaban atoradas y casi no podía moverme. Menos mal que llevaba puesto el cinturón de seguridad el cual me salvó la vida. Unos minutos después oí a unas cuantas personas rodear el coche, trataban de sacarme del carro.

Lo siguiente que recuerdo fue que estaba en una cama de hospital con placas de metal en mis piernas y una tapa en la rodilla derecha. Me rompí la pierna y necesité cirugía. Los médicos encontraron un alto nivel de alcohol en mi torrente sanguíneo.

Una preocupación no nos permite vivir como nos gustaría porque cuando llega el momento de tomar una decisión tan sencilla, nuestra mente se ve asediada por terribles pensamientos. En tales condiciones no somos libres de elegir porque nuestras preocupaciones desbordan nuestra razón.

En las personas muy ansiosas, la excitación interfiere con el pensamiento y el recuerdo claro necesarios para vivir eficazmente, enturbiando también la claridad mental requerida para el buen rendimiento. Es así como nuestras preocupaciones terminan convirtiéndose en profecías autocumplidas que conducen al fracaso.

En cambio, quienes controlan sus emociones pueden utilizar esa ansiedad anticipatoria —por ejemplo, sobre un examen o una charla próxima— para motivarse a si mismos, prepararse adecuadamente y, en consecuencia, hacerlo bien.

Los estados de ánimo positivos aumentan la capacidad de pensar con flexibilidad y complejidad, haciendo más fácil encontrar soluciones a los problemas, ya sean intelectuales o interpersonales. Esto parece indicar que una forma de ayudar a alguien a resolver un problema consiste en contarle un chiste. La risa, ayuda a la gente a pensar con más amplitud y a asociar con mayor libertad, advirtiendo relaciones que, de otra manera, podrían pasar inadvertidas, una habilidad mental importante, no sólo para la creatividad sino también para el reconocimiento de las relaciones complejas y la previsión de las consecuencias de una determinada decisión.

Los beneficios intelectuales de una buena carcajada son más sorprendentes cuando se trata de resolver un problema que exige una solución creativa. Un estudio ha descubierto que quienes acaban de ver una película cómica en video resuelven mejor los rompecabezas que suelen usar los psicólogos que se ocupan de valorar el pensamiento creativo.

La capacidad de planificar y tomar decisiones de las personas de buen humor presenta una predisposición perceptiva que les lleva a pensar de una manera más abierta y positiva. Esto se explica, en parte, porque la memoria es un fenómeno específico de estado, es decir que, por ejemplo, en un estado positivo, solemos recordar acontecimientos positivos. De este modo, en la medida en que nos sentimos a gusto mientras estamos pensando en los pros y los contras de un determinado curso de acción, nuestra memoria busca datos en una dirección positiva, inclinándonos, por ejemplo, a emprender acciones más aventuradas y arriesgadas.

De la misma manera, los estados de ánimo negativos llevan también nuestros recuerdos en una dirección negativa, haciendo más probable que nos caigamos en decisiones más temerosas y resentidas.