Evolucion del accidente... Pág 4



4. EVOLUCION DEL ACCIDENTE


Pese a la rapidez con que se produce un accidente éste no es instantáneo. Experimenta un despliegue en un período de tiempo, lugar y espacio, durante el cual se aprecian tres situaciones correlativas hasta llegar al resultado:
ANTES, factores que influyen negativamente en la conducción.
DURANTE, el desencadenamiento del accidente.
DESPUES, emergencia y primeros auxilios.

4.1. ANTES, Factores que influyen negativamente en la conducción:


4.1.1. Factores de origen humano

- No tomar precaución
- Conducir con imprudencia
- Conducir con distracción
- Retroceder sin precaución
- Conducir descuidadamente
- No ceder el paso
- Girar indebidamente
- Rebasar inadecuadamente
- Conducir contra el tránsito
- Arrancar incorrectamente
- No hacer la señal adecuada

Recorriendo el inconsciente (6)


Cuando yo todavía estaba en la universidad, solía compartir el transporte con un buen amigo mío. Crecimos juntos, nuestras casas estaban muy cerca, e incluso estudiábamos en la misma universidad. El día del choque fue uno de esos en que ambos teníamos el mismo horario de clases, por lo que significaba que luego podíamos ir a dar una vuelta.

Este amigo tenía la reputación de conducir rápido. Bueno, era un poco comprensible teniendo en cuenta que acababa de recibir su licencia para conducir.

Fue una noche espantosa. Mi amigo estaba cansado y con sueño. Esa combinación no era un buen augurio para su conducción porque su manera para no quedarse dormido en el volante, era ir aún más rápido de lo que normalmente iba.

Transitábamos por la avenida aparentemente vacía, volvimos a nuestra vecindad en tiempo récord. Justo cuando estábamos cerca de llegar a casa, había un coche que parecía que estaba aparcado, al momento que pasábamos por su lado, decidió hacer un giro en contra nuestro, por esquivarlo perdimos el control del auto y nos dirigimos directamente a las personas de la parada del bus. Algunos lograron saltar, otros no. Luego, terminamos chocando contra un poste enorme.

Ni qué decir, luego de la cárcel aún siento el pesar.

La introspección psicológica nos ayuda a reconocer nuestra inteligencia emocional. Por ejemplo hay personas que naturalmente se hallan más sintonizadas con las modalidades simbólicas propias de la mente emocional, por decir, la metáfora, la analogía, la poesía, la canción y la fábula escritos todos ellos con el lenguaje del corazón. Y lo mismo ocurre en el caso de los sueños y los mitos, en los que el flujo narrativo está determinado por asociaciones difusas que siguen la lógica de la mente emocional. Quienes sintonizan naturalmente con la voz de su propio corazón, con el lenguaje de la emoción, son más proclives a escuchar sus mensajes, ya sea como novelistas, compositores, soñadores, trovadores y conquistadores. Esta sintonía interna les hace más aptos para escuchar la voz de la sabiduría del inconsciente y captar así el significado que sienten sobre sus sueños y sus fantasías, los símbolos que encaman nuestros deseos más profundos.

La emoción suele tener lugar antes de que la persona sea consciente del sentimiento que le corresponde. Cuando, por ejemplo, a las personas que temen a las serpientes se les muestra la imagen de una serpiente, sensores convenientemente colocados en su piel detectan el sudor, un signo de ansiedad, antes de que los sujetos afirmen experimentar miedo. Y esta respuesta tiene lugar aun en el caso de que el sujeto se vea expuesto a la imagen una fracción tan corta de tiempo que no tenga la menor idea consciente de lo que ha visto y que sólo sepa que está comenzando a sentirse ansioso. Sin embargo, en la medida en que esa emoción preconsciente sigue intensificándose, llega un momento en el que logra atravesar el umbral y emerge en la conciencia.

Existen, pues, dos niveles de la emoción, un nivel consciente y otro inconsciente.

Pero, aunque no tengamos la menor idea de ellas, el hecho es que las emociones que bullen bajo el umbral de la conciencia pueden tener un poderoso impacto en nuestra forma de percibir y de reaccionar. Tomemos, por ejemplo, el caso de alguien que haya tenido un encuentro desagradable y que luego permanezca irritable durante muchas horas, sintiéndose insultado por el menor motivo y respondiendo mal a la menor insinuación. El sujeto puede ser completamente inconsciente de su susceptibilidad y sorprenderse mucho si alguien le llama la atención a este respecto, aunque no cabe la menor duda de que las emociones están bullendo en su interior y son las que dictan sus ariscas respuestas.

Pero una vez que el sujeto toma conciencia de este hecho, puede evaluar las cosas de un modo nuevo, decidir dejar a un lado los sentimientos que experimento aquel día y transformar así su visión y su estado de ánimo.

Así es como la conciencia emocional de uno mismo conduce al siguiente elemento constitutivo esencial de la inteligencia emocional: la capacidad de desembarazarse de los estados de ánimo negativos.

El dominio de uno mismo (7)


Un día normal en el que acaba de pasar a ser mi cumpleaños número 39, con mi hija nos subimos a su moto y empezamos el retorno de la playa.

Ochenta minutos más tarde, ella y yo estábamos en la sala de emergencia. Acostada en una camilla del hospital tenía perdida por completo la vista, la audición en un oído, su capacidad de hablar coherentemente e incluso poner dos palabras juntas de manera comprensible y la capacidad de mantener cerrada su boca. No tenía idea de quién era ella, ni idea de quién era yo, ni comprendía lo que había ocurrido y lo que le estaba sucediendo, debido a esto, su actuación era de desesperación muy alterada, casi violenta.

El diagnóstico inicial: traumatismo craneoencefálico con hemorragia masiva visible detrás del tímpano, con la clara posibilidad de daño cerebral permanente, o algo peor. Mi corazón se fue al suelo mientras me sentaba a su lado en espera de la llegada de la tomografía computarizada y llegué a la conclusión de que podría perder a mi hija Sofía, mi única hija y a la persona que más amaba en mi mundo.

Días atrás ella había comenzado muy entusiasmada, a pensar en su futuro y en lo que a ella le gustaría ser. Ahora, en cuestión de un instante, todos los pensamientos de un futuro prometedor se habían ido, me encontraba orando por ella, por su vida.

Cuando compré la moto, le dieron las llaves junto con un casco nuevo. Al principio llevaba el casco, pero el calor del sol rápidamente la hizo sentirse incómoda y recalentada, y optó por sacárselo. Le recordé que se lo ponga hasta usé amenazas, pero no insistí. Después de todo, ella manejaba hábilmente, con seguridad en una gran parte de su mente, se detenía en todas las señales de alto, iba más lenta en todas las intersecciones, incluso cuando ella tenía el derecho de paso tenía cuidado con los coches, tanto estacionados y en movimiento, siempre cedía el paso a cualquier otra persona, ya sea un vehículo, ciclista o peatón.

Era meticulosa con las normas, todas excepto una, que resultó ser la más importante de todas. Que un policía enfermo, cansado o negligente también puede equivocarse. Con la luz del semáforo en verde para nosotros, un policía daba paso a un autobus en dirección perpendicular a la nuestra.

El dominio de uno mismo, esa capacidad de afrontar los contratiempos emocionales que nos deparan los avatares del destino y que nos libra de la «esclavitud de las pasiones» ha sido una virtud altamente glorificante. Pero el objetivo no es la represión de las emociones sino el equilibrio, porque cada sentimiento es válido y tiene su propio valor y significado. El objetivo consiste en albergar la pasión apropiada, un tipo de sentimiento que se halle en consonancia con las circunstancias. El intento de acallar las emociones conduce al embotamiento y la apatía, mientras que su expresión desenfrenada, por el contrario, puede terminar abocando, en situaciones extremas, al campo de lo patológico (como ocurre, por ejemplo, en los casos de depresión postrante, ansiedad aguda, cólera desmesurada o autación maniaca).

Habría mucho que decir acerca de la aportación constructiva del sufrimiento a la vida espiritual y creativa, porque el sufrimiento puede ayudamos a templar el alma.

La vida está sembrada de altibajos, pero nosotros debemos aprender a mantener el equilibrio. En última instancia, en las cuestiones del corazón es la adecuada proporción entre las emociones negativas y las positivas la que determina nuestra sensación de bienestar.

El problema no estriba tanto en la diversidad emocional que reflejan, por ejemplo, la tristeza, la preocupación o el enfado (ya que normalmente estos estados de ánimo desaparecen con el tiempo y paciencia), como en el hecho de que su desmesura y su inadecuación conlleva los más sombríos matices: la ansiedad crónica, la furia desbocada y la depresión. Tanto es así que, en sus manifestaciones más graves y persistentes, su erradicación puede llegar a requerir medicación, psicoterapia o ambas cosas a la vez.

4.1.2. Factores por abuso del alcohol

- Más del 50% de los accidentes tienen su origen en la ingesta de alcohol.
- Sus efectos repercuten tanto a nivel físico como psíquico.
- Incluso a dosis muy bajas, se tiene alteraciones sensoriales, sobre todo en la vista.
- Sobreviene una disminución de los reflejos.
- Se forman dificultades de coordinación.
- Se producen alteraciones perceptivas.
- El alcohol es un depresor del sistema nervioso, también provoca somnolencia y fatiga.
- El individuo que ha bebido infravalora los efectos del alcohol, es decir, llega a pensar que así se conduce mejor.
- No es consciente de su situación, y por el contrario, se crea en él una falsa seguridad en si mismo que le lleva a aceptar mucho más el riesgo.
- En ocasiones también se incrementan las conductas impulsivas y agresivas, disminuyendo así la prudencia y la responsabilidad.
- La verborrea, el afán de hablar la supervaloración de la propia capacidad y el deseo de manifestarla. Junto a estos caracteres existe disminución de la inhibición las cualidades negativas tales como la grosería, la falta de respeto, etc.
- Trastornos físicos, que pueden ir desde la ligera falta de coordinación muscular y la ausencia de respuesta a los estímulos, que se producen en primer grado de embriaguez a la disminución de la sensibilidad al dolor, los vómitos, inseguridad en la pisada, etc.

ALCOHOLEMIA

Hay varias pruebas para comprobar la alcoholemia por la falta de equilibrio y coordinación. Algunas de ellas son:
- Situado el individuo en estudio con los pies juntos, las manos extendidas hacia adelante y cerrados los ojos tiende a caer. La vacilación en las personas normales es leve, se incrementa con la presencia del alcohol.
- Sobre una línea trazada en el suelo, andar con los ojos vendados y los brazos en alto, poniendo un pie justo delante de otro.
- Juntar los dedos índices de cada mano estando con los ojos cerrados, y partiendo de los brazos extendidos hacia abajo.
- Juntar el dedo índice de una mano con la nariz, estando con los ojos cerrados.

Carácter sintomático, según el porcentaje de alcohol para un hombre de 165 lbs.

Copas g/l en sangre mlg/l en aire Peligro de choques
2 0.38 0.19 1
4 0.76 0.38 2
6 1.14 0.57 4
( 6 copas o 6 vasos de cerveza producen embriaguez inicial, con leves mutaciones externas, pero con alteraciones psíquicas poco aparentes).
8 1.52 0.76 8
( 8 dan lugar al llamado estado de inestabilidad emotiva, con la inhibición disminuida, ligera ausencia de coordinación muscular y debilitación de la reacción ante los estímulo).
10 1.90 0.95 16
12 2.29 1.14 16
( Hasta con 10 se entra ya en el campo de la confusión, alteración de la percepción, disminución de la sensibilidad al dolor, vacilación al caminar y dificultad al hablar).
14 2.67 1.33 32
16 3.05 1.52 32
( Hasta con 16 puede considerarse como fase de estupor con fuerte disminución de los estímulos, grave falta de coordinación muscular e iniciación de fenómeno de parálisis).
18 3.43 1.71 64
20 3.81 1.90 64
( Hasta con 20 copas o vasos da lugar al estado de coma, inocencia, disminución de reflejos, temperatura, subnormal reducción de la circulación, etc).
22 4.19 2.10 100
24 4.57 2.29 100
( Con 24 se considera como dosis mortal).


La anatomía del enfado (8)


Supongamos que otro conductor se nos acerca peligrosamente mientras estamos circulando por la avenida. Aunque nuestro primer pensamiento reflejo sea, por ejemplo, «¡maldito hijo de puta!», lo que realmente resulta decisivo para el desarrollo de la rabia es que ese pensamiento vaya seguido de otros pensamientos de irritación y venganza, como, por ejemplo: «¡ese cabrón podría haber chocado conmigo! ¡No puedo permitírselo!». Nuestros nudillos palidecen mientras las manos aprietan firmemente el volante, el cuerpo se predispone para la lucha y comenzamos a temblar mientras resbalan por nuestra frente gotas de sudor, el corazón late con fuerza y tensamos todos los músculos del rostro. Es como si quisiéramos asesinarle. Entonces es cuando oímos el claxon del coche que nos sigue y nos damos cuenta de que, después de haber evitado por un pelo la colisión, hemos aminorado la marcha inadvertidamente y estamos a punto de explotar y proyectar toda nuestra rabia sobre ese otro conductor. Esta es la sustancia misma de la hipertensión, de la conducción imprudente y hasta de muchos accidentes de automóvil.

Comparemos ahora esta secuencia del desarrollo de la rabia con otra línea de pensamiento más amable hacia el conductor que se ha interpuesto en nuestro camino: «es muy posible que no me haya visto o que tenga una buena razón para conducir de ese modo, probablemente una urgencia médica». Esta posibilidad atempera nuestro enfado con la compasión o, al menos, con cierta apertura mental que permite detener la escalada de la rabia. El problema estriba, en tener el grado de enfado apropiado, ya que, con demasiada frecuencia, la rabia escapa a nuestro control.

Existen, claro está, diferentes tipos de enfados más calculados, como la venganza fría o las reacciones que suscitan la infidelidad y la injusticia. Estos enfados premeditados suelen ser aquéllos que «esconden una buena razón» o, por lo menos, que así nos lo parece.

El enfado parece ser el estado de ánimo más persistente y difícil de controlar. De hecho, el enfado es la más seductora de las emociones negativas porque el monólogo interno que lo alienta proporciona argumentos convincentes para justificar el hecho de poder descargarlo sobre alguien. A diferencia de lo que ocurre en el caso de la melancolía, el enfado resulta energetizante e incluso euforizante.

Sin embargo, la cadena de pensamientos hostiles que alimenta al enfado nos proporciona una posible clave para poner en práctica uno de los métodos más eficaces de calmarlo. En primer lugar, debemos tratar de socavar las convicciones que alimentan el enfado. Cuantas más vueltas demos a los motivos que nos llevan al enojo, más «buenas razones» y más justificaciones encontraremos para seguir enfadados. Los pensamientos obsesivos son la leña que alimenta el fuego de la ira, un fuego que sólo podrá extinguirse contemplando las cosas desde un punto de vista diferente. Uno de los remedios más poderosos para acabar con el enfado consiste en volver a encuadrar la situación en un marco más positivo.

La invasión de la rabia (9)


Un ciudadano quería pasar a dos camiones que iban delante suyo, pasándose al carril contrario, por el cual venia mi papá, como consecuencia lo choca y lo desplaza hacia la dirección contraria, haciendo que uno de los camiones lo choque nuevamente.

Dicho ciudadano no sufrió ninguna lesión y sin embargo mi papá falleció al instante. Ademas de toda la maniobra imprudente y el desastre que causo el conductor del vehiculo no tenia seguro.

Lo que me pregunto es que se hace en estos casos en los que parece que las autoridades están para ayudar a los que no cumplen la ley y dejar desprotegidos a los otros ciudadanos que si la cumplimos. Esta "persona" sigue manejando por la vida del mismo modo inconsciente, y es muy seguro que volverá a ocasionar las mismas tragedias...

No solamente puede haber la amenaza física sino también, como suele ocurrir, una amenaza simbólica para nuestra autoestima o nuestro amor propio (como, por ejemplo, sentirse tratado ruda o injustamente, sentirse insultado, menospreciado, frustrado en la consecución de un determinado objetivo, etcétera), percepciones, todas ellas, que actúan a modo de detonante de una respuesta que tiene un efecto doble sobre el cerebro. Por una parte, libera la energía que perdura varios minutos durante los cuales nuestro cuerpo, en función de la magnitud que nuestro cerebro emocional asigne a la amenaza, se dispone para el combate o para la huida.

Mientras tanto, otra oleada energética activada globalmente por otra parte de nuestro cerebro puede perdurar horas e incluso días, manteniendo al cerebro emocional predispuesto a la excitación y convirtiéndose en un trampolín fisiológico que provoca que las reacciones subsecuentes se produzcan con especial celeridad. La mayoría de las personas parecen más predispuestas a enfadarse una vez que ya han sido provocadas o se hallen ligeramente excitadas. Por otra parte, todos los tipos de estrés provocan una excitación que contribuye a bajar el umbral de la irritabilidad. De este modo, después de un duro día del trabajo, una persona se sentirá especialmente predispuesta a enfadarse en casa por las razones más insignificantes —el ruido o el desorden de los niños, por ejemplo—, razones que en otras circunstancias no tendrían el poder suficiente para desencadenar un secuestro emocional.