martes, 3 de mayo de 2011

Gimnasia Mental para Conductores

Previsión de las consecuencias de una decisión.

1. Gimnasia Mental


1.1. ¿Cuánto vale un automotor?

Equivale a la movilización del alimento, hogar, vestido, salud, preparación , producción  y progreso de la familia, durante todos los días, todos los meses y todos los años.

1.2. ¿Cuánto vale un conductor?

La persona tiene valor por sí misma, tiene dignidad, no tiene precio, el valor de la vida humana es inestimable.

El conductor mejor preparado es más valioso. De hecho, cuida su vida y sus inversiones.

Incrementamos nuestro valor según el conocimiento que tengamos.

¿Y cuánto conocimiento puede acumular una persona?

El acumular conocimientos es valioso para la vida, pero, lo que realmente hace valioso a un conductor es cómo aplica el conocimiento. La oportunidad para hacerlo y la forma de ponerlo en práctica para mejorar la calidad de vida es lo que tiene valor, es decir, la sabiduría más que el conocimiento.

1.3. ¿Cuál es la sabiduría del conductor?

La persona que maneja un automotor, sabe de destrezas adecuadas para conducir, tiene juicio al guiar y tomar decisiones, entre otras innumerables cosas de importancia, conoce:
• Del riesgo que afrontaría al consumir alcohol.
• Guiar excesivamente durante las horas de mayor peligro.
• De distracciones, mientras maneja, tales como comer alimentos y usar el teléfono celular.
• Responder airadamente a otro conductor.
• Manejar sin su ayudante en condiciones adversas del tiempo, vale decir la lluvia, granizo, deslaves, neblina y por la noche.
• Manejar cuando está fatigado o cansado.
• No parar en la amarilla, sin respetar al que viene en otra dirección.
• Ni respetar la doble línea amarilla en curvas.
• Violar conscientemente los límites de velocidad.

1.4. ¿Qué es un conductor?

Es la persona profesional con las siguientes misiones:

- Transporta a la familia en general, a que produzcan para el desarrollo nacional.
- Transporta a los estudiantes a que se preparen para lograr su éxito personal y el mejoramiento de la sociedad.
- Logra su movilización profesional para que asumir sus posiciones con las cuales logran el funcionamiento social y el progreso comercial.
- Además brinda el respeto que él se merece como peatón.

1.5. ¿Qué es un conductor competitivo?

El chofer competitivo es el que controla sus emociones mientras maneja, mantiene las coordinaciones del cuerpo ordenadas, aumenta la concentración en la conducción, incluso y por consecuencia, sus reflejos.

Una actitud responsable es el punto de partida; y pensar que también en el tránsito podemos ser solidarios, darle espacio al que lo necesita, conducir de manera menos agresiva.

Si todos tuviéramos un gesto mínimo, como dejar pasar al otro primero, eficazmente vamos a bajar la cantidad de los accidentes. 

El chofer como epicentro de buenos sentimientos (1)


Era una calurosa tarde de agosto en la ciudad de Berlín. Uno de esos días asfixiantes que hacen que la gente se sienta nerviosa y malhumorada. En el camino de la avenida Madison el conductor de un autobús daba una cálida bienvenida, era un hombre de mediana edad en cuyo rostro se esbozaba una sonrisa entusiasta, iba obsequiando un amistoso «¡Hola! ¿Cómo está?», un saludo con el que recibía a todos los viajeros que subían al autobús mientras éste iba serpenteando por entre el denso tráfico de la ciudad. Pero, aunque todos los pasajeros eran recibidos con idéntica amabilidad, el sofocante clima del día parecía afectarles, hasta el punto de que muy pocos le devolvían el saludo.

No obstante, a medida que el autobús avanzaba pesadamente a través del laberinto urbano, iba teniendo lugar una lenta y mágica transformación. El conductor inició, en voz alta, un diálogo consigo mismo, pero dirigido a todos los viajeros, en el que iba comentando generosamente las escenas que desfilaban ante nuestros ojos: rebajas en esos grandes almacenes, una hermosa exposición en aquella plaza y comentarios de una película recién estrenada en los cines de aquel sector. La evidente satisfacción que le producía hablarnos de las múltiples alternativas que ofrecía la ciudad era contagiosa, y cada vez que un pasajero llegaba al final de su trayecto y descendía del vehículo, parecía haberse sacudido de encima el halo de irritación con el que subiera y, cuando el conductor le despedía con un «¡Hasta la vista! ¡Que tenga un buen día!», todos le respondían con una abierta sonrisa.

El conductor de aquel autobús era el epicentro de una contagiosa oleada de buenos sentimientos, que a través de sus pasajeros, se extendía por toda la ciudad. Aquel conductor era un conciliador nato, una especie de mago que tenía el poder de expulsar la irritación y el mal humor que atenazaban a sus pasajeros, ablandando y abriendo un poco sus corazones.

Existe una clara evidencia de que las personas emocionalmente desarrolladas, es decir, las personas que gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y asimismo saben interpretar y relacionarse efectivamente con los sentimientos de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida, desde el noviazgo y las relaciones íntimas, hasta la comprensión de las reglas tácitas que gobiernan el éxito en el seno de una organización. Las personas que han desarrollado adecuadamente las habilidades emocionales suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad. Quienes, por el contrario, no pueden controlar su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad de trabajo y les impiden pensar con la suficiente claridad.

La importancia de la inteligencia emocional, constituye el vínculo entre los sentimientos, el carácter y los impulsos morales. Hay que tener en cuenta que el impulso es el vehículo de la emoción y que la semilla de todo impulso es un sentimiento expansivo que busca expresarse en la acción. Podríamos decir que quienes se hallan a merced de sus impulsos —quienes carecen de autocontrol— adolecen de una deficiencia moral porque la capacidad de controlar los impulsos constituye el fundamento mismo de la voluntad y del carácter.

La dicotomía entre lo emocional y lo racional se asemeja a la distinción popular existente entre el «corazón» y la «cabeza». Saber que algo es cierto «en nuestro corazón» pertenece a un orden de convicción distinto —de algún modo, un tipo de certeza más profundo— que pensarlo con la mente racional. Existe una proporcionalidad constante entre el control emocional y el control racional sobre la mente ya que, cuanto más intenso es el sentimiento, más dominante llega a ser la mente emocional.. y más ineficaz, en consecuencia, la mente racional.

Debe existir un equilibrio entre la mente emocional y la mente racional, un equilibrio en el que la emoción alimenta y da forma a las operaciones de la mente racional y la mente racional ajusta y a veces censura las entradas procedentes de las emociones.

Pero, cuando aparecen las pasiones, el equilibrio se rompe y la mente emocional desborda y secuestra a la mente racional.

El hecho de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que éste sea una derivación de aquél, revela con claridad las auténticas relaciones existentes entre el pensamiento y el sentimiento.

Cuando estamos atrapados por el deseo o la rabia, cuando el amor nos enloquece o el miedo nos hace retroceder, nos hallamos, en realidad, bajo la influencia del sistema límbico. El sistema límbico, también llamado cerebro medio, es la porción del cerebro situada inmediatamente debajo de la corteza cerebral, y que comprende centros importantes como el tálamo, hipotálamo, el hipocampo, la amígdala cerebral (no debemos confundirlas con las de la garganta).

La inteligencia emocional, reúne características como la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades racionales y, por último —pero no por ello, menos importante—, la capacidad de empatizar y confiar en los demás. 
A las inteligencias personales se las organiza hasta llegar a abarcar cinco competencias principales, las cuales nos ayudan a entender el funcionamiento de nuestra mente y su relación psicológica con nuestra vida:

1. El conocimiento de las propias emociones.

El conocimiento de uno mismo, es decir, la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, constituye la piedra angular de la inteligencia emocional. La capacidad de seguir momento a momento nuestros sentimientos resulta crucial para la mirar nuestro interior psicológicamente y para la comprensión de uno mismo. Por otro lado, la incapacidad de percibir nuestros verdaderos sentimientos nos deja completamente a merced de equivocaciones. Las personas que tienen una mayor certeza de sus emociones suelen dirigir mejor sus vidas, ya que tienen un conocimiento seguro de cuáles son sus sentimientos reales, por ejemplo, a la hora de decidir con quién casarse o qué profesión elegir.

2. La capacidad de controlar las emociones.

La conciencia de uno mismo es una habilidad básica que nos permite controlar nuestros sentimientos y adecuarlos al momento. La capacidad de tranquilizarse a uno mismo, de desembarazarse de la ansiedad, de la tristeza, de la irritabilidad exageradas y de las consecuencias que acarrea la ausencia de la conciencia de uno mismo. Las personas que carecen de esta habilidad tienen que batallar constantemente con las tensiones desagradables mientras que, por el contrario, quienes destacan en el ejercicio de esta capacidad se recuperan mucho más rápidamente de los reveses y contratiempos de la vida.

3. La capacidad de motivarse uno mismo.

El control de la vida emocional y su subordinación a un objetivo resulta esencial para espolear y mantener la atención, la motivación y la creatividad. El autocontrol emocional —la capacidad de demorar la gratificación y sofocar la impulsividad— constituye un imponderable que subyace a todo logro. Y si somos capaces de sumergimos en el estado de «flujo» estaremos más capacitados para lograr resultados sobresalientes en cualquier área de la vida. Las personas que tienen esta habilidad suelen ser más productivas y eficaces en todas las empresas que acometen.

4. El reconocimiento de las emociones ajenas.

Las personas empáticas suelen sintonizar con las señales sociales sutiles que indican qué necesitan o qué quieren los demás y esta capacidad las hace más aptas para el desempeño ciudadano, la armonía emocional y prender la llama del altruismo.

5. El control de las relaciones.

El arte de las relaciones se basa, en buena medida, en la habilidad para conectarnos adecuadamente con las emociones ajenas. La competencia o la incompetencia social y las habilidades concretas involucradas en esta facultad son las destrezas que subyacen a la popularidad, el liderazgo y la eficacia interpersonal. Las personas que sobresalen en este tipo de habilidades suelen ser auténticas «estrellas» que tienen éxito en todas las actividades vinculadas a la relación interpersonal.

Gandy Valdemar Guerrón Arias
Mail: gandyvaldemar@yahoo.com